Un puente entre oriente y occidente
La batalla de Curzola
A principios de septiembre de 1298, la flota guerrera de Génova se adentra en el mar Adriático. Son 78 galeras al mando del almirante Lamba Doria. Saquean la costa dálmata, en busca quizás de provocar a los venecianos. La hostilidad entre las dos potencias marítimas, Génova y Venecia, recorrió casi todo el siglo XIII. El motivo era la búsqueda de la preeminencia en el comercio por mar, sobre todo en el este Mediterráneo. Varias batallas tuvo esta guerra, casi todas marítimas: en Constantinopla, en Acre, en Ayas. En general, Venecia había salido triunfante. Al menos hasta ahora.
Ante la ofensa de la invasión de su territorio –Dalmacia pertenecía por entonces a Venecia- el Dux ordena alistar todos los barcos disponibles en la laguna y los pone al mando de su hijo Andrea Dándolo. Son 93 naves las que salen al mar. En una de ellas iba Marco Polo, que salió a defender el honor de su ciudad como un veneciano más. Había embarcado en calidad de sobrecomito, que era algo así como un consejero del capitán. Era una función que cumplían los nobles de la ciudad. La flota veneciana navegó hacia el sur y avistó a los invasores en las proximidades de la isla de Curzola, hoy Korcula en Croacia.
Al amanecer del 7 de septiembre se inició la batalla. He buscado y no encontré testimonios de las acciones. Parece que el viento favorecía a los genoveses y este detalle, que hoy nos puede parecer insignificante, habría definido el resultado. Rápidamente las galeras de Lamba Doria habrían ido ganando terreno sobre la desordenada flota veneciana y antes del atardecer la batalla estaba definida. 75 barcos hundidos o apresados y 7500 cautivos fue el resultado de la aventura para los venecianos. Uno de los presos fue el comandante Dándolo que se suicidó en camino a Génova. Otro, claro, fue nuestro conocido Marco Polo, que afortunadamente eligió sobreponerse a la derrota. Empezaba otra aventura para él, que lo convertiría, extrañamente, en una celebridad.